
La Comisión de Mujeres y Matemáticas tiene un papel claro dentro de nuestra comunidad: reflexionar sobre el lugar de las mujeres en todo lo relacionado con las matemáticas y fomentarlo. Su creación surge de la desigualdad entre mujeres y hombres en este campo. Nuestra comunidad, en particular el ámbito académico, como bien sabemos, es global e internacional. Se nutre de las colaboraciones y el intercambio, con colaboradoras y colaboradores en muchas partes del mundo.
En este boletín de principios de curso queremos poner la mirada en la situación especialmente cruda de las mujeres: aquellas que podrían ser nuestras potenciales compañeras y no lo son, porque no tuvieron la oportunidad de estudiar. En estos tiempos en los que la inestabilidad política amenaza, en los que presenciamos el asesinato en directo de tantas personas en Gaza, Sudán o el Congo, queremos recalcar que las vidas de las niñas y mujeres siempre resultan doblemente golpeadas: víctimas de la violencia y, en muchos casos, de una discriminación —cuando no de un apartheid— por razón de sexo.
Queremos recordar a todas las mujeres y niñas de Afganistán, enterradas en vida, sin derecho a estudiar, a pasear solas por la calle, a que se escuche su voz o se vea su rostro, condenadas a ser eternas menores de edad. Hace apenas unas semanas, además, las autoridades talibanas cortaron el acceso a internet a millones de personas, especialmente afectando a mujeres y niñas, en un nuevo paso hacia su aislamiento¹. Cada miércoles, la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT)² nos lo recuerda desde sus redes, manteniendo viva una memoria que resulta más necesaria que nunca.
El acceso a la educación es determinante para asegurar la independencia de pensamiento y económica de las mujeres
Queremos recordar también a las niñas que nunca podrán estudiar porque son víctimas del matrimonio infantil. Según Girls not Brides, las tasas de matrimonios en menores alcanzan más del 50 % en países como Níger, República Centroafricana, Chad, Mali, Sudán del Sur, Bangladés o Burkina Faso. Incluso en países con alta producción científica e investigadores de prestigio, como la India, la tasa llega al 5 %, lo que supone más de 200 millones de niñas y adolescentes. Y no olvidemos que en el mundo faltan más de cien millones de mujeres debido a infanticidios y abortos selectivos en sociedades donde sigue siendo más valioso y conveniente traer al mundo a un varón.
El acceso a la educación es determinante para asegurar la independencia de pensamiento y económica de las mujeres. Un derecho que se les niega para obligarlas a garantizar la descendencia y el cuidado de las familias de por vida, sin remuneración ni alternativas. ¿Cómo imaginar, en este contexto, cuántas generaciones deberán pasar para que las descendientes de estas mujeres tengan la oportunidad, la motivación y los recursos de acceder a estudios avanzados si así lo desean?
La academia, la conservación y transmisión del conocimiento, así como la lucha por la igualdad, deberían tener un carácter universalista. Por eso no queremos olvidar a quienes sufren la brecha de género más abismal, en la intersección con la pobreza, las guerras y los regímenes autoritarios. ¿Qué podemos hacer en nuestra comunidad? Quizá, al menos, tenerlo presente. Quizá, por ejemplo, habría que revisitar algunos comités de selección, porque la excelencia es difícil de alcanzar cuando se viene del infierno.
Artículo elaborado por la Comisión de Mujeres y Matemáticas de la RSME y publicado en nuestro Boletín del pasado 24/10/25.
¹ BBC Mundo, “Los talibanes cortan internet en Afganistán, afectando especialmente a mujeres y niñas”, 1 de octubre de 2025. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/articles/cz0827j1nvdo
² Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), publicación en BlueSky: https://bsky.app/profile/amit25.bsky.social




